lunes, 18 de mayo de 2009

el presidencialismo mexicano

El tema del presidencialismo mexicano ha sido analizado y comentado ampliamente; sus orígenes, sus causas, expresiones, daños y supuestos beneficios. Recuerdo –ahora me causa sorpresa, en ese entonces no— que en clase de Derecho Constitucional, en la universidad, había un capítulo dedicado a “los poderes extra constitucionales del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”. Y estos poderes se iban enunciando uno a uno, sin escándalo, sin rubor alguno: designar y remover gobernadores, hacer que se aprueben, se modifiquen o se deroguen leyes, y así, hasta llegar a la parte en que se mencionaba la facultad paralegal de nombrar a su sucesor. Esto ocurría en 1990, y aunque el 88 apenas había sido anteayer, el país aún permitía ciertas conductas que si bien no se han erradicado del todo (algunas anuncian su discreto retorno), no son ya tan elegantes como lo eran antes. Querer meter mano en otros órdenes de gobierno antes era símbolo de poder, de altos vuelos, de omnipotencia; ahora se ve como el abuso que es, hasta mal se ve. Ahora quien incurre en esos excesos se arriesga cada vez más al desprestigio político. ¿Llegará el momento en que el abuso del poder genere desprestigio social?Lo que no se ha explorado con tanto detalle es el fenómeno del ex presidencialismo en México. Se ha comentado mucho, sí, pero lo que se menciona son más bien las anécdotas que se conocen relacionadas con cada ex presidente en particular. El compendio da para una sobremesa larga y sabrosa: los que se han portado bien, los que para delicia de los reporteros de la sección de espectáculos políticos se han portado mal; las propiedades; los supuestos o reales o subvalorados depósitos en el extranjero; los amores y desamores; el que fue muy buen ex presidente porque no volvió a hablar en su vida; el que resultó muy demócrata y conocedor… en el momento en que dejó la silla; las mil versiones acerca de lo que ha sucedido con cada uno de ellos, con sus familias.

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